16 sept 2014

Día 1 - Corre, corre.

Muy bien, la aventura comenzó en el aeropuerto, donde vimos el hermoso y enorme avión donde viajaríamos, este año fue muy distinto al pasado; no había enormes colas para entrar a los vuelos y un ambiente de felicidad, más bien uno de despedidas y soledad. El proceso fue sorprendentemente rápido y yo estaba feliz de que mi atuendo hubiese resultado super apropiado y maravilloso. 

El avión era lo máximo. Estaba nuevecito y las ventanas no tenían ni un rayón y tenía pantallas para jugar y ver películas y un puerto USB para cargar. Incluso pude colgar mi gabardina. Pero como todo no puede ser perfecto, la comida terminó siendo la más patética de la vida, ofrecieron raviolis y asado y ew; y las cabinas eran muy altas así que un señor tuvo que ayudarme a bajar mi equipaje de mano y la gente se reía de mí. A pesar de que fueron 9h de vuelo se me hicieron cortas, detrás de mí había un lindo portugués con el que hablé la mayor parte del tiempo, logré ver mis dos cosas favoritas sobre volar (las estrellas de noche sobre el cielo y el momento exacto en que inicia el amanecer y todo es maravilloso, y pensar que me había preparado con libros y tareas que no pude hacer (mejor, fui mucho más feliz)

Al llegar a Fiumicino fue completamente diferente a la primera vez, comenzando con que ya está terminado y el trabajo es  precioso y se parece muchísimo al de Miami. Rápidamente sacamos las maletas y nos fuimos a comprar los boletos de tren; con mi más que precario italiano tuve que tratar con un gordo malhumorado e insoportable que me quería despachar pronto sin explicarme dónde tenía que hacer las transferencias o a qué hora salían los trenes y me estaba poniendo de mal humor así que solo tomé los boletos y me fui. Nos acercamos a un oficial para montarnos al tren y nos dijo que nos faltaban otros boletos y yo quería asesinar al gordo que ahora tenía una fila enorme a la cual atender. 

Terminé comprando los boletos para un tren en una máquina automática que salía en tres minutos. Corrimos al anden y nos montamos con tiempo de sobra.Fiumicino  queda a las afueras de Roma, así que pasé los próximos 45minutos mirando como dos chicos lindos se reían de mi hermanita durmiendo. Al llegar a Roma nos estábamos muriendo de hambre, y como teníamos espacio hasta el otro tren, decidimos merendar un poco ¡Y el camarero nos regaló algo de comer solo porque al momento de pagar se tardó más de lo normal! Yeez, adoro esto. 

Después nos pusimos a pasear por el terminal, confiados en que teníamos tiempo de sobra. Pero no contábamos con que el tren se iba a estacionar en un anden previo porque el otro estaba en construcción, así que nos podrán imaginar corriendo por toda la terminal con las maletas como por 2km hacia el otro lado. Y todo gracias a un dulce oficial que me dijo que corriera porque iba a perder el chuchu. Sin mentirles, nos montamos y al minuto arrancó el tren, no siquiera nos habíamos sentado y estábamos todos sudorosos y cochinos y de malhumor (yo particularmente). Como si eso fuera poco, nos olvidamos de chequear los pasajes y nos cobraron una multa. 

El viaje en tren fue eterno, entre sueños y vistas de cielos y paisajes hermosos, pero más que nada sueños. Hicimos el cambio para ir a otro tren en una estación linda donde se veía un muelle y el mar. Y donde pasó un tren tan veloz que pensé se llevaría mis maletas con él. Por fin tomamos el último tren (que venía retrasado) y llegamos a Rimini sin ningún otro inconveniente que no fuera la hora (nos estaban esperando), que todo estuviese cerrado (y no tuviésemos a nadie a quién preguntarle) y que tuviésemos  muchísima hambre y cansancio. Cuando encontramos el bus para el hotel nos montamos y enseguida llegamos, lo cual era perfecto porque podríamos  cumplir con la sorpresa que habíamos preparado. Verán, el año pasado mi primo se mudó a Rimini y pensaba que llegaríamos mañana y arreglamos todo con su novia para sorprenderlo (solo que no contábamos con los retrasos). 

En el hotel había un chico precioso que no dejaba de sonreírme y atontarme que me ayudó con la reservación y al explicarme cómo llegar a donde estaba mi primo. Incluso cuando iba a subir dejé el pasaporte, la tarjeta, la cartera...

Se suponía que veríamos a Pa y Andrés (mi primo y su novia) a las 10 y eran las 10.15 cuando salimos del hotel corriendo para llegar a tiempo. Pero me equivoqué leyendo el mapa y terminamos caminando en la playa y lo que se supone que era un trayecto de quince minutos se transformó en una hora. 

Pero todo el trajín valió la pena por ver la cara de mi primo esperando en el estacionamiento de un centro comercial vacío al vernos. Porque eso es otra cosa, caminamos por medio Rimini cerca de las doce de la noche por callejones oscuros y absolutamente nada nos pasó.  Cenamos con ellos y hablamos un rato en el hotel, fue un día de correr demasiado, pero un excelente día al fin. 

  

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