4 abr 2014

También lo hago cuando no está.

Me tomas por la espalda de sorpresa, mi rostro se aquieta mientras cierras tus manos firmes sobre mi vientre y me preguntas por qué estoy sola en el balcón esperando por la luna. He prendido que esa es tu manera de preguntar si todo esta bien. Te contesto sin voltearme, adoro la sensación del calor de tu pecho desnudo contra mi espalda y la risa que se cuela en tu voz por las cosquillas que te hace mi cabello.

"Te tardaste mucho en llegar, de hecho, en algún momento llegué a pensar que te hallabas perdido o que simplemente no querías hacerlo" te digo exactamente mis pensamientos "Luego, un día gris de esos que me encantan, llegaste dando tumbos en la arena, sonriendo y hablando de la grandeza del mar y como purificaba tus pensamientos. Jamás pensé que encontraría a alguien tan importante junto al mar y luego no podía pensar en otro mejor lugar. La brisa cálida nos cobijó y fue como si la naturaleza supiera exactamente lo que pasaba. Fue como si nos dijera adiós ahora que estábamos juntos."

Me sujetas más fuerte entre tus brazos y recuestas tu cara en mi hombro, tus labios cercanos a mi cuello, no dices nada, pero no hace falta.

También estás agradecido.

La luna sale de su escondite entre las nubes y nos alumbra con todo su esplendor, está inmensa, naranja y pareciera que si estirara la mano pudiese tocarla; si fuera sido una noche diferente -de esas que existían antes de ti- sin duda lo hubiese intentado, buscando jugar de nuevo a perderme entre sus manchas, pero la dejado quieta donde está, para aquellos que si la necesitan. Intento recordar la época donde no disfrutaba del cielo junto a ti y cada vez se me hace más difícil hacerlo; no sé si es porque no quiero o porque así lo prefiero.

 No te resistes más y besas mi cuello, inmediatamente se me olvida por qué era tan importante estar en el balcón sin ti, cuando podía estar contigo. La luna vuelve a jugar detrás de las nubes y rápidamente lo recuerdo: me encanta alejarme de ti aunque sea un momento para extrañar la presencia de tu cuerpo, el ruido de tus pensamientos y el roce familiar de tus besos. Me alejo de ti para recordarme -recordarte, recordarnos- que hubo un tiempo donde no te tenía y luego me encanta volver a ti para que sepas que estoy agradecida, porque me haces igual de feliz que si viera la luna.

Entonces me doy cuenta de que no solo te recuerdo cuando hay luna: también lo hago cuando no está, porque todo me recuerda a ti y cada cosa me hace feliz.