23 oct 2011

El extraterreste


¿Ya les había contado que mi profe de Psico General es super mega genial? Bueno, ella lo es. Es una mujer con "guáramo" a la que admiro por muchas cosas, y ahora, por una más: tiene su faceta escritora. Anoche estaba vagando por su blog y me encontré con un escrito que me llegó, sinceramente así que le pedí permiso y acá lo tienen: (conserva el título y todo original, solo le agregué este párrafo, la imagen y la última línea)
En estos días sólo espero, realmente, creo que no puedo hacer otra cosa mas que esperar, esperar mientras hago cualquier cosa: estudiar, salir, hablar, escuchar música, pero todo es mentira, sólo estoy ganando tiempo, esperando… esperando… El tiempo se escurre, se alarga y se hace infinito, mientras la gente pregunta ¿no ha sido suficiente? ¿qué más esperas? Sólo yo, sé que espero; sólo yo parezco recordar. 
            Recordar aquellos días en que llovía a cantaros, cuando ya había perdido toda esperanza de verlo e intentaba concentrarme en cómo lograr llegar al carro sin mojarme, entonces, el aparecía, algunas veces lento, adormilado y sonriente, otras por el contrario, torpe, desordenado, apurado pero siempre sonriente.  Yo me quedaba mirándolo maravillada, pensando que era un extraterrestre, desapegado del mundo y sin embargo tan real.  El  parecía no darse cuenta que las bombas caían a nuestro alrededor, cada vez más cercanas, cada vez más cercanas, no eran bombas de napalm, eran otras peores, eran las bombas de la censura, de lo normal, de la moral, eran las bombas  de  “lo adecuado”,  y mientras él se conservaba impávido, yo gruñendo decía “debemos tener cuidado!!!”, el sonreía poniendo los ojos en blanco y lanzando un suspiro de resignación. 
 Recuerdo aquel día cuando por debajo de la mesa le tomé de la mano,  toda su cara fue una sonrisa, apretó mi mano muy fuerte, entonces yo también sonreí y fuimos cómplices; sólo los dos sabíamos que estaba pasando en aquellas latitudes, porque los “otros” sólo eran eso: “los otros”, “los demás”, y el sabía, muy bien, demarcar el territorio entre nosotros y los demás, no sé muy bien como lo hacía, quizás se debía a la forma en que disponía de mis cosas como sí fueran nuestras cosas o posiblemente a se trataba de que me besaba en el cuello sin importar cuando o donde estábamos y peor aún sin considerar con quien estábamos. Hoy, recuerdo todo, minuto a minuto…bueno, más bien lo revivo.  Y también, en días como hoy me pregunto si él lo habrá olvidado. Supongo que sí, de lo contrario ya habría regresado.  
            Lo cierto es que cuando la gente habla de extraterrestres, suelen referirse a ellos como individuos delgados, con forma humanoide, de no más de metro y medio de altura y de grandes ojos oblicuos, algunos dicen que en ocasiones se posesionan de un cuerpo humano, a fin de pasar desapercibidos. No creo que sean sólo rumores de unos cuantos lunáticos, yo estoy segura de que sucede exactamente de esa forma, sólo lamento que cuando los extraterrestres terminan sus investigaciones etnográficas, se van y dejen el cascarón humano en el que habitaron durante una temporada, convertido en un cuerpo frío e indiferente. 
            Un cuerpo que respira, come, duerme, ve televisión, pero que a diferencia del pasado ahora no te mira con ojos de enamorado sino que te critica, grita y humilla. Un cuerpo que el resto de la gente sigue creyendo que es la persona de la que te enamoraste, pero que sólo tú sabes que es un cuerpo vacío porque él, el extraterrestre, partió.   
La última vez que hablamos, si es que a mis gritos y a su silencio e indiferencia puede llamársele hablar, acerqué mi boca a su pecho, justo en el plexo solar, con la profunda intención de que si ahí residía el pasadizo hacia su alma, el sonido pudiese atravesar la coraza y llegar hasta su centro; le dije que su frialdad era tanta que estaba empezando a congelarme, que estaba comenzando a creer que él, tal como yo lo recordaba  no sólo no existía, sino que tampoco había existido nunca, que él como yo lo recordaba no era más que un delirio.  Luego, le pedí, le supliqué que por favor volviera.  Pero el siguió manteniéndose impávido y continuó mirándome como si yo estuviera loca o como sino entendiera de qué le estaba hablando. 
            Yo continúo aquí, ahora en silencio, sólo esperando, haciendo cosas para matar el tiempo, de cuando en cuando atisbo al “cuerpo”, intento descubrir una sonrisa, su sonrisa. Ojalá hoy o tal vez mañana, me encuentre con la sorpresa de que el extraterrestre que amo, ha regresado.
 Por cierto, en caso de que quieran revisar más de sus obras - o clases de psicología general - acá tienen la dirección de su blog: Carolina Mora

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