He intentado explicar esto muchas veces, pero todas y cada una de ellas siento que me quedo corta; es como explicarle un arcoiris a una persona que jamás ha visto colores, el olor de la tierra mojada a alguien que solo ha conocido desiertos y el amor a alguien que no lo ha experimentado. Y, aun si esa persona entendiera todo eso, no significaría lo mismo para él o ella, pues no lo ve a través de tus ojos. Pero puede que entienda el sentimiento si lo compara con lo que más le gusta hacer en todo el mundo, con lo que ama sin importar qué.
Mi lugar favorito en el mundo son los aeropuertos, me parece que están llenos de esperanza, nuevos comienzos y aventuras. El sentimiento que me aborda cuando estoy en un avión es una felicidad tan plena que solo he sentido con muy pocas cosas en mi vida – como cuando me aprobaron mi trabajo de grado con la mayor de las notas, cuando logré hacer un tarte tatin fabuloso o cuando mis padres me dicen que están orgullosos de mí.
Cuando está moviéndose hacia la pista de vuelo, estoy más que ansiosa y veo por la ventana como poco a poco va tomando fuerza – oh, tanta fuerza – y te clava en tu asiento por un momento hasta que de repente estás flotando… Y luego toma fuerza de nuevo y te lleva lejos, a un destino deseado. Siempre me ha parecido sorprendente, poderoso.
El atardecer desde el cielo es otro nivel para los que amamos las puestas de sol; no es tan fabuloso como desde la tierra cuando juega con las nubes, porque estás encima de ellas, pero puedes apreciar la gama de colores de una forma particular, ves los distintos tipos de azules: desde el más oscuro hasta uno que están claro que parece blanco, una fina línea blanca, luego amarillo, naranja y un rojo profundo que se pierde en aquello que no alcanzas a ver.
Pero lo mejor, lo que más amo de los vuelos a Europa, de volar de noche, son las estrellas. Cuando el avión está en su punto más alto, es como si un Dios hubiese dejado caer un inmenso pote de escarcha sobre el cielo, no hay smog, no hay luces. Solo la infinita paz de la noche y los miles de puntos que te miran tan de cerca que por un momento pensarías que puedes estirar la mano a través de la ventana y tomar unas cuantas de recuerdo. Y el avión está oscuro porque apagan las luces para que las personas duerman, y la luna brilla tan fuerte que algunas incluso cierran sus ventanas, pero yo no. Nunca.
Y ahí, en el cielo más oscuro, pero a la vez el más claro; con las estrellas cercanas, pero a la vez tan distantes; con la promesa de un amanecer distinto y el dolor de lo que dejas, me siento infinita.
En paz.
Tranquila.
Porque las cosas son exactamente como deberían ser.
Canción: Chasing the sun - The wanted.
No hay comentarios:
Publicar un comentario