- Jamás me había puesto a pensar en el mundo tan terrorífico en el que vivimos - dije mientras veía por la ventana del carro, no pude ver tu expresión, pero sonabas bastante intrigado.
- ¿Ah? - fue lo único que alcanzaste a decir.
- No solo tienes que temer que te maten en la calle porque te van a robar o porque te alcance una bala perdida. No solo tienes que temer que hayan seres potencialmente superiores que vengan a conquistarnos. No solo tienes que temer que algunos científicos locos estén fabricando un virus para purgar a la humanidad de los humanos. No solo tienes que temer que de un día para otro explote una guerra química o nuclear. No solo tienes que temer que el calentamiento global aumenta cada día. No solo tienes que temer que la superpoblación cada día agota nuestros recursos no renovables. No solo tienes que temer que quizás tus nietos no puedan tomar tanta agua como lo haces tú. No solo tienes que temer que los gobiernos cada día se hacen más inestable. No solo tienes que temer que un día el gran colisionador de hadrones del CERN explote y nos lleve a todos a un gran agujero negro. O te atropelle un carro. O te secuestren. O te coma un tigre.
Reíste ante mi última expresión histérica y te quedaste callado viendo la vía, meditando mis palabras, por lo que yo seguí.
- Son tiempos en los que no solo te tienes que preocupar por tu vida, por tu ciudad, tu estado, tu país, tu continente y el mundo. Y todos parecemos ajenos a eso. Cada vez hay más enfermedades extrañas, cada vez hay menos curas y más investigación, cada vez hay más políticas inútiles y procesos burocráticos que distraen de los problemas más vitales: seguir vivos a largo plazo. ¿Cuanta razón tienen aquellos que profesan que la ignorancia es una bendición? No sé, pero en estos momentos me gustaría que todos estuviésemos al tanto de esto.
Volteé a verte, pues quedarte callado no es una de tus cualidades más notables y me encontré con que me mirabas fijamente aprovechando la luz roja del semáforo. También tomaste mi mano y con ella me aferraste al mundo.
- Si, es un mundo aterrador. Si, existe la posibilidad de que todo eso que dijiste ocurra, con mucha mala suerte puede que todo a la vez. Pero también es cierto que puede no ocurrir - sonreíste de manera calma y sentí mis ojos humedecerse - eso es lo bueno de las probabilidades. No porque el mundo pareciera estar dirigido hacia una auto-destrucción quiere decir que te vas a limitar a vivir, pensando en cosas que no puedes solucionar, cargando ansiedades que solo te preocupan a ti, que solo te afectan a ti. No por miedo a equivocarte, vas a dejar de intentar. No quiero que renuncies a la vida que se te ha ofrecido, no quiero que te estés preocupando por el mundo del mañana a pesar de que es escalofriante, no quiero verte siempre frunciendo el entrecejo porque esta pudiese ser la última noche de paz que tenemos.
Hiciste una pausa y volviste a la carretera.
- Te quiero ver feliz, disfrutando del día a día, de las experiencias y momentos que los rodean, porque ellos también se van rápido. Te quiero ver lograr todos tus sueños y proponerte más, no quiero que se te acaben los sueños nunca. Ni la esperanza... Aunque el futuro suene tan desesperanzador.
Al ver que no dije nada, agregaste.
- Y si no puedes olvidarte de todas esas posibilidades - sonreí sabiendo que decías eso porque me conoces - te pido que vivas un día a la vez, sin temer a hacer planes para el mañana; ya verás como se aligera la carga.
- Tengo miedo - dije después de lo que pareció una eternidad - y odio estar asustada.
- Lo sé - dijiste tranquilamente - por eso tienes que vivir. La vida le gana al miedo. Además, piensa en que, de una u otra forma, por extraterrestres furiosos, pandemias apocalipticas o tigres hambrientos, en algún momento nuestro tiempo en este espacio se acaba.
- Le temo a la muerte.
- Todos tenemos miedo de los finales, pero tenemos más miedo de equivocarnos en las decisiones que nos acerquen a él, porque nadie quiere ver un final por su culpa.
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