13 jun 2014

Luciérnagas.

- He estado muriendo por besarte desde la última vez que te vi.

Susurro en tu oreja mientras trepo por tu suéter. Estás caliente por debajo de la ropa, pero igual tiemblas cuando sonrío junto a tu mejilla. Mis manos están bien sujetas a las hebillas de tu pantalón, asegurando tus caderas y su cercanía a mi. Me gusta tenerte así, cerca; muy cerca. Muerdo un poco el lóbulo de tu oreja y te escucho reír, por lo que bajo de las puntas de mis pies y me quedo frente a ti; memorizando tus rasgos en un milisegundo que me aguanto antes de asaltarte con un beso. El primer beso de hoy.

Dios, como extrañaba tus labios.

Cálidos,  suaves, llenos, bienvenidos [[siempre bienvenidos]], agresivos, dulces, cambiantes. Respiro de ti a medida que nuestro contacto se intensifica. Es así como lo imaginé siempre y sonrío sin dejar de besarte, de morderte un poco, de retarte. Y como te gustan los retos... Antes de siquiera ser consciente de lo que hago me enredo en las hebras oscuras y me ato más, como si de repente todo fuera accesorio y solo necesitara cobijarme en ti.

Nos separamos [[no queda de otra]] y me tomas de la mano para caminar sobre la oscura, nublada y fría noche; es una de esas donde todo parece tétrico y misterioso; incluso junto a ti parece que todo esto se intensificara más, pero claro, mis sentidos siempre se agudizan cuando estoy contigo. Sé que no tienes miedo - aunque nada parece provocarte eso durante estos días - pero la grava que cede ante nuestros pies y el silbido del viento en nuestros dedos me dicen que quizás deberías hacerlo, que quizás deberías alejarte del risco si tienes miedo de las alturas o si no quieres caer. Me aferro a tu brazo y te das cuenta que el frío se ha colado en mí, me colocas tu suéter y te quedas en la ligera franelilla que cubre poco de tu piel bronceada, quedo más sobrecogida de lo que jamás haya esperado, llega justo a mi alma y a ese rincón abandonado.

Mis pequeños exploradores no se quedan prisioneros de tus manos y van a la búsqueda de nuevas terminaciones que respondan, te recorren de arriba a abajo y no van viendo límites o fronteras; hay zonas en reclamación donde discuten con soldados infiltrados que fingen deben sacarlos de allí, aunque queda el acuerdo tácito de que pronto volverán a reunirse. La grama está mojada y fría, las gotas que dejó la neblina juegan de aquí para allá, anunciando que va a regresar. Mis uñas se deleitan recitándote cosquillas y mi cabello sigue las huellas que ellas dejan para soltar un remanente en su rastro. La luna nos sorprende, iluminando todo de repente, como si tus palabras acalladas hubiesen sido lo suficientemente fuertes como para soplar las nubes lejos [[tal como te dije]].

- Al fin está aquí ¿La puedes ver?

- Solo puedo ver tus ojos.

Por supuesto que es así. Dejo de estirarme para dejar de ver a nuestro astro favorito y logro perderme en la inmensidad que se oculta tras tus pupilas, sé muy bien como debo lucir para ti, pequeña e inocente, que estás mirando desde arriba; y a pesar que tienes la luz en contra y que solo ciertas facciones de tu cara sobresalen, soy capaz de rememorar cuando vi tus ojos en vez del atardecer por primera vez. Espirales doradas que no se quedaban quietas y jugaban a escabullirse dentro del chocolate, pixeles diminutos que me hicieron acercarme más y toda la inspiración que se encuentra allí escondida esperando que las personas crean en ti.

Hace rato que haces pulseras en mi muñeca mientras me pierdo en los sube y baja de tu piel y dibujo constelaciones nuevas en el rumor de tus lunares, es todo un universo de ti. Nubes esponjosas se colean y se sacuden cuando trazo una combinación especial, me río y también lo haces tú; dices que tenías eones sin liberar tantas endorfinas y sigo riendo, pues los eones son demasiado tiempo que compensar.

La luna se ha vuelto a ocultar y caemos por el abismo, enseguida te paras para dejarte caer nuevamente, un minuto, quizás dos. Tus codos junto a mis manos, tus manos suspendidas sobre mi pecho. Y hay luz justo en el medio, descubriendo tu sonrisa y nada más; alumbrando tus sueños de niño y esperanzas de hombre. Al instante todo a nuestro al rededor comienza a brillar, señales doradas intermitentes que danzan en la oscuridad, entre los árboles, contra el viento y todo lo demás. Somos risas, somos caricias, somos mordidas, somos cosquillas, somos juegos, somos espías, somos tramposos, somos el  del otro.

Es que me has traído luz.